Querer creer que la familia es la base fundamental de la sociedad es mejor que no creerlo, no obstante, es mejor creerlo lisa y llanamente. Luego entonces, si la familia es el fundamento de la sociedad, se debe de tener en cuenta que hay una multiplicidad de familias y diversas maneras en las que éstas interactúan. Así, resulta que ninguna familia es perfecta y ninguna familia está exenta de conflicto.
En realidad, el conflicto es parte de una de las concepciones de la paz y, como tal, está presente en nuestras vidas. Por lo tanto, no es de asustarse que, en la vida personal, o bien, en la vida familiar, haya conflictos continuamente. Al contario, resulta positivo; el conflicto es un área de oportunidad. Desde el conflicto, surgen las más preciadas y variadas posibilidades. Tal es el caso de un padre o de una madre de familia que reprenden a un niño (su hijo), mediante un castigo.
Si bien es cierto que muchas personas piensan que los castigos son la imposición de la voluntad de los padres sobre los hijos y que los castigos conllevan una carga de violencia, no cabe duda que son aleccionadores. Dependerá de cada padre, o bien, de cada madre, como reprender a sus hijos.
En este sentido, en una familia en la que no hay sanciones, y en la que no exista una clarificación de lo que está bien y de lo que está mal; en una familia en la que no se valorice lo positivo como bueno y lo negativo como malo; en una familia en la que no se lleve a la práctica vivencial la valorización de lo bueno/positivo y de lo malo/negativo; en una familia en la que se le dé vuelta al conflicto; en esa familia, se tendrá la necesidad de mediar.
Ahora bien, los conflictos entre hijos y papá y mamá, no son exclusivos a la mediación familiar. También hay parejas que deben ajustarse a este proceso, que forma parte de los métodos y/o mecanismos alternos de solución de conflictos; en la sapiencia que el método de mediación consiste en facilitar/canalizar a los mediados, para que estos lleguen a un acuerdo por sí mismos. Lo anterior se piensa fácil, pero ser un facilitador/canalizador no es en absoluto una tarea fácil; a veces resulta que lo que se ve sencillo en verdad es más complejo de lo que se muestra.
El desarrollar habilidades discursivas, la lógica, la capacidad intelectiva, la razón y una argumentación clara y precisa, es una empresa más difícil que fácil. Y, no lo digo por decir. En el diplomado hemos hecho distintos ejercicios de mediación, y he caído en la cuenta de que es muy importante saber escuchar y que saber escuchar no es fácil. Haciendo un resumen positivador, creo que saber escuchar se resume a un solo y único postulado: “¡Cállate!” Y, lo digo porque si dentro de la mediación familiar el mediador logra guardar silencio, o bien, “mantenerse callado”, la mediación resultará mejor que en el supuesto de hacer lo contrario. Así, también se puede decir que la mediación nos permite – a los mediadores – tomar distintos enfoques y/o métodos. Habrá quienes se sientan más identificados con el aspecto teórico – conceptual (enfoque cuantitativo), o bien, quienes se dejen llevar más por el enfoque cualitativo, esto es, por la emotividad y el sentimentalismo.
A mi parecer, la mejor manera de proceder es acometer un enfoque mixto. Será necesario para la mediación familiar – desde mi concepción – tener muy desarrollado el aspecto teórico/conceptual, sin dejar de lado que no somos únicamente cuerpos, sino que también somos psique (mente). Las emociones y los sentimientos no son ajenos a nadie: ni al mediador, ni a los mediados. Y, aunque puede ser que se crea que el mediador es un super hombre o un meta hombre (que puede con todo), o bien, una super mujer o meta mujer (que también todo lo pueda), la realidad es que quien termina por definir cómo es que se resolverá el conflicto, son los mediados.
El mediador, si bien tiene herramientas para resolver problemas y dar soluciones prontas y mucho más expeditas y reparadoras que las de cualquier tribunal jurisdiccional, no está exento de la propiedad y/o cualidad de ser humano, y como ser humano no esta exento de cometer errores y/o equivocaciones. Por lo tanto, a efecto de que el mediador tenga más aciertos en una mediación familiar, deberá saber cuando excusarse, deberá saber cuando mantener el silencio y cuando intervenir, deberá saber cuando suspender una sesión, deberá saber cuando discriminar un caso y deberá saber medir tiempos y decir: “¡Basta, ya es el momento de acabar con un punto, o bien, con todos los puntos, y llegar a un acuerdo!”
En consecuencia, el mediador familiar tiene una tarea no frágil, pero sí un tanto delicada. Debe de ser cuidadoso y estar muy atento a lo que las partes dicen. No deberá tomar la posición o el lado de ninguno de los mediados. Además, deberá sensibilizar el hecho de que en sus manos puede recaer el facilitar o complicar la unión de cualquier familia (unión familiar). No obstante, es importante mencionar que habrá mediaciones que no serán discriminadas, pero que su nivel de complejidad será mayor (superior) al de otras; que no siempre hay respuestas y mucho menos habrá respuestas obvias y sencillas (fáciles); que si el conflicto entre las partes se desdobló a lo largo de muchos meses e incluso años, es ingenuo creer que en la primera sesión todo se vaya a resolver. Así, es fácil asegurar que la mediación familiar se puede extender hasta por tres meses, tiempo justo para hacer diversas sesiones, ya sean individuales o grupales, y llegar a un acuerdo. Así mismo, es necesario reiterar que no hay un acuerdo perfecto, que deberemos –cuando sea necesario – cerrar con ciertos puntos y ya no alargar la cosas.
También es importante poner en la mesa que el simple hecho de sentar a las partes en el centro de mediación ya es ganancia; el llegar a un acuerdo es eficacia y eficiencia, esto es, productividad y claros resultados.
Ahora, regresando al tema de la familia:
Puede resultar que los lazos entre los integrantes (miembros) de una familia estén dañados, pero los vínculos permanecerán por siempre. Quizá lo que ocasiona los conflictos familiares, en la mayoría de las ocasiones, sean los problemas en la comunicación. Esto resulta sencillo de afirmar, porque todos vivimos gracias a papá y mamá, y, de algún modo, todos tenemos o formamos parte de una familia, en la que ha habido problemas en la comunicación y conflictos que de dicha falla en la comunicación se derivan.
Quien tenga una familia y no haya tenido problemas de comunicación que generasen conflictos, no vive en este planeta, o bien, ya no es sujeto de mediación familiar; “¡Felicidades!" Para el resto de los mortales, es necesario señalar que los problemas en la comunicación se dan, por ejemplo, cuando el emisor de un mensaje no es claro en el mensaje que pretende transmitir; cuando el receptor no entiende el mensaje porque no es sabedor de la materia sobre la cual versa el mensaje, o bien, lo más común: Cuando hay una interferencia en la comunicación. Así, será tarea del facilitador encontrar cuál fue el problema en la comunicación de los mediados, que llevó a malentender un mensaje y a generar un conflicto; ya sea que se dé el caso de cualquiera de las opciones antes expuestas u otras.
Después, el mediador deberá comunicar a los mediados cuál fue el problema en la comunicación que generó el conflicto y deberá facilitar una nueva comunicación para que los mediados encuentren, por ellos mismos, un punto de común acuerdo que beneficie, en tanto cuádoo esto sea posible y de la manera más amplia, a ambas partes. Esto último, se logrará, pasando, primero, de las posturas a los intereses y, segundo, de los intereses a las necesidades.
Elaboro: “Imaginemos una cebolla. Las cebollas tienen capas. Imaginemos una cebolla con tres capas. La primera capa es la que observamos a primera vista, que representa una postura. Si abrimos la primera capa, podremos ver la segunda capa, que sería la capa “de intereses”. Y, si abrimos la segunda capa nos encontraremos frente a la tercera capa (o capa núcleo), que representa a las necesidades. Así, cuando los mediados dejan ver que es lo que realmente los mueve (sus necesidades), entonces y sólo entonces, se comienza a encontrar una solución a su conflicto”.
De lo anterior comento que habrá ocasiones en las que las partes quieran conciliar y poner todo su esfuerzo para resolver el conflicto que viven; mostrando (compartiendo) sus necesidades, habrá ocasiones en las que quieran deliberar en un matiz menos colaborativo y muestren únicamente sus intereses, y también habrá ocasiones en las que lo que quieran las partes sea disputar y no llegar a ningún acuerdo. No importando cual sea la actitud frente al conflicto, lo que nos debe de quedar claro es que existe el diálogo y que de dicho diálogo se pueden obtener frutos.
En adición a lo que se ha venido diciendo, es importante contar con ambientes y/o ambientaciones (escenarios) e indumentaria (vestimenta) para cada tipo de situación. Si vamos a atender a niños, será importante vestir colores alegres y revestirnos de jovialidad y amor, porque los niños (parte en algunas mediaciones familiares) se sentirán contentos con ello.
Si vamos a atender a adultos que pretenden separarse, será importante vestir formalmente y con colores neutros y revestirnos de autoridad y comprensión. Así, cada caso de mediación familiar requerirá de ambientaciones e indumentaria distintas. Ya nos lo decía el director del Instituto de Justicia Alternativa del Estado de Jalisco: “Si visitamos un rancho no nos vamos a ir de traje […] nos llevaremos ropa adecuada […] jeans, una camisa cómoda […]” Esto seguramente nos permitirá conectar con las personas y dejar que las personas conecten con nosotros.
Por otra parte, es muy importante saber que, si dos personas vienen al proceso de mediación “porque es una obligación jurisdiccional el que lo hagan”, no cabe duda que se respetará – en todo momento – su voluntad de participar o no en el procedimiento de mediación. Así también, es fácil aseverar que los métodos o mecanismos alternativos de solución de conflictos (como la mediación), lo que buscan es alejarse del sistema tradicionalista, en el cual las partes, además de verse enfrentadas, terminan inconformes y dolidas (resentidas).
El sistema tradicional conlleva una respuesta (resolución) del tipo ganar – perder, mientras que el “sistema alternativo” (que yo nombraría “sistema efectivo”) busca una lógica de ganar - ganar (en el mejor de los casos) y siempre evitará la lógica del sistema tradicional, esto es, la lógica de ganar – perder; lógica que no tiene nada de lógico, pues, bien, los individuos buscamos nuestro bienestar personal y el bienestar personal de los otros, por lo cual, no hay necesidad real de desposeer y reprender severamente, y sin razón, a una persona por un error cometido, cuando se puede dejar que gane algo, cuando se puede lograr que no generé resentimiento. Así, cuando se permite que esa persona que se vio involucrada en un conflicto, y que en el sistema tradicional “tendría las de perder” no se vaya con las manos vacías, le vamos a permitir que se quede con un sentido de satisfacción, que de algo seguramente le va a servir.
En otra tesitura, es importante señalar, que el desconocimiento del sistema “alternativo/efectivo” ha llevado al escepticismo, pero lo cierto es que las personas que han participado en procesos alternativos, como en la mediación familiar, se han visto convencidas y conformes con su aplicación.
Quienes por ignorancia pasiva o por ignorancia activa se han visto reticentes al respecto, son quienes se inconforman. En esta línea argumentativa, habrá que saludar cualquier esfuerzo de quienes son neófitos en el tema y se han animado a aventurarse, como nosotros (los diplomantes) lo hacemos, porque lo que es cierto es que el tema de los métodos y/o mecanismos alternativos de solución de conflictos (que incluyen a la mediación y, obviamente, a la mediación familiar) son algo nuevo.
La materia se está construyendo en la marcha y, cabe decir, se ha construido mucho alrededor de ella. Luego así, resulta oportuno mencionar que si bien hay estudios de paz (relativamente relacionados a los mecanismos y/o métodos alternativos de solución de conflictos) que datan de los albores de la segunda década del siglo XX (por allí de 1914), la verdad es que dichos métodos y/o mecanismos se institucionalizan en “México” mediante la reforma del artículo 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en la primera década del siglo XXI. De lo que se desprende que si bien los métodos y/o mecanismos alternativos de solución de conflictos – en analogía – no son un bebe recién nacido, sí son un niño pequeño al que habrá de alimentar.
“Nutrimentemos esta nueva y novedosa manera de hacer justicia, informémonos y actuemos de la mejor manera”; es lo que muchos podrían tener o citar como consigna, después de sumergirse en este nuevo mar de justicia.
Son muchas las cosas que han impulsado a los métodos y/o mecanismos alternativos de solución de conflictos (incluyendo a la mediación), y serán muchas otras las que los mantengan a flote, no sin obviar que no son algo totalmente renovador, ya que también hay información que refiere que existían en nuestros pueblos originarios (antes etnias indígenas) y aún lo hacen, no obstante ello, al ser rescatados del desuso y del desgane “civilizatorio”, actualmente, en las comunidades “mestizas”, han tenido buena aceptación, realce y empuje. Luego así, en asuntos tan importantes como los familiares, la mediación familiar, como método y/o mecanismo alternativo de solución de conflictos, mina menos a quienes se someten a su dominio, ya que evita la corrosión económica y emocional que conlleva el método tradicional, además, en una manera chusca de hablar, evita que después de una separación de cualquier tipo: “Las partes sueñan en quererse matar”. Muchos se preguntarán por qué, la respuesta: La mediación familiar evita lo anterior porque implica un proceso de restauración en sí.
No se lleva el asunto en lápiz y a papel, sin más y ya, sino con alguien que realmente escucha a las partes, hay contacto humano, con una persona real, a la que puedes ver y a la que puedes sentir. Con los métodos y/o mecanismos alternativos se borra todo efecto despersonalizador. En un juzgado, las personas son un número de expediente más y son parte de la estadística. Si es cierto que hay funcionarios públicos excepcionales (extraordinarios), también lo es que el poder judicial está muy politizado y sumamente contaminado y que, por obligación, los operadores del derecho – en algunas de las ocasiones – tienen que sacar números maquillados (disfrazados) que bien pueden operar con la realidad o no, o bien, pueden hacerles cirugía mayor para hacerlos pasar por algo que no son. Cosa que no sucede con el método alternativo/efectivo.
Una vez dicho anterior es importante agregar que la mediación familiar para su interlocutor es: “… un proceso de interacción profunda a través del cual dos personas que se encuentran en conflicto, buscan a un tercero que hace las veces de facilitador y que les ayuda a disolver dicho conflicto, sin necesidad persuadirlos y sin manipulación alguna.” De la desconstrucción de esta definición se desprenden los siguientes elementos:
Definición propia que proviene de una apreciación intersubjetiva de los distintos profesores que han impartido clase durante el curso y que he hecho propia después de los distintos módulos que he cursado durante el diplomado que ahora me convoca a realizar el presente ensayo y que hace unas líneas presenté. Pero, guste o no la definición antes expuesta, lo realmente importante surge de las personas y no de la teoría.
Cualquier mediador debe tener presente que es una persona finita, pero también que es la creación más perfecta hecha por Dios.
Cualquier mediador debe tener presente que las personas que se encuentren frente a él, son finitas, pero también son la creación más perfecta hecha por Dios.
Cualquier mediador debe tener presente que, aunque somos la creación más perfecta hecha por Dios, Dios es el único ser que es real y verdaderamente perfecto.
Cualquier mediador debe tener presente que es importante sensibilizarse, escuchar a las personas, mantener una distancia equilibrada entre ambas y él mismo, modular la voz, tener una postura corporal receptiva, alegre y jovial, y nunca juzgar, que su tarea es la de facilitar la comunicación y no la de acrecentar el conflicto.
Sería una lastima que quien egrese de este diplomado y lleve a cabo sesiones de mediación no sólo no facilite la comunicación entre personas que busquen justicia, sino que agrave los conflictos existentes entre ellas. Seguramente la mediación no es para todo el mundo.
Durante los módulos hemos venido rompiendo paradigmas y el presente módulo no fue la excepción. Habrá quienes hayan podido cambiar de chip y quienes no, y no pasa nada tener una idea u otra, lo que si pasa es que quien quiera mediar tiene que comprender a cabalidad lo que se nos ha dicho en el diplomado, al punto de no sólo aprenderlo y comprenderlo, sino de aprehenderlo (hacerlo suyo).
La mediación familiar, quizá sea por ello el tipo de mediación más importante, porque no se trata de bienes (muebles o inmuebles) en sí, o de dinero, de lo que en realidad se trata, lo que en realidad subyace a la mediación familiar son los sentimientos, los valores, los principios y las emociones de las personas que conforman una familia, inclusive los de la sociedad misma. Por eso, distintos profesores nos han platicado que, al llegar al acuerdo, antes de ser sancionado, las personas deciden no firmar y sí cumplir con lo acordado, o bien, no aceptar nada a cambio más que una disculpa.
Las personas lo que quieren es un proceso de restauración, ser escuchadas, recobrar su sentido de importancia y su sentido de pertenencia, sentir que se les amó y que cabe la posibilidad que aún se les amé, aun cuando se trate de un tipo de amor distinto, no tan personal, un amor no romántico, aunque quizá si filial, fraterno y sororo.
Si bien es cierto todo lo que se ha dicho, como lo es, también creo que es muy importante, quizá necesario, en este ensayo, discurrir sobre el tema de la discriminación de asuntos mediables o no mediable, así como de excusarse de llevar ciertas mediaciones, seré breve.
Ya sabemos – quien escribe y los compañeros de clase (porque se nos ha dicho durante el diplomado) –, que el mediador se puede excusar de mediar un asunto por distintas razones, entre ellas, tener un lazo de consanguinidad o de filiación con alguno de los mediados, o bien, por tener un interés jurídico o legítimo en el asunto. También se nos ha dicho que hay asuntos que no son mediables, tal y como los que se establecen en el artículo 22 constitucional.
Ahora bien, en lo que a la mediación familiar concierne, no se podrá llevar a cabo mediación alguna respecto de una situación de violación, de un abuso infantil o de violencia intrafamiliar, según tengo entendido. Y, mi interpretación de ello es la siguiente: Si bien la familia es núcleo de la sociedad y es el eje bajo el cual se construye la vida en comunidad, sobre toda acción deben prevalecer los derechos humanos y estos mismos deben hacerse valer.
Muchos abogados que se resisten a la justicia alternativa/efectiva, también se resisten a los derechos humanos, pero, les guste o no, a partir de la reforma del 2011 en materia de Derechos Humanos, estos – los derechos humanos – se volvieron una cuestión constitucional.
La reforma del 2011 no solo trajo una modificación al título del capítulo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que paso de llamarse: “De las garantías”, a llamarse: “De los Derechos Humanos y sus garantías”, sino que significó una transformación social del entramado jurídico, político y social del país.
Siendo ahora que los derechos humanos contenidos en cualquier tratado internacional son ley suprema en nuestro país, y tienen el carácter de universales, progresivos, interdependientes (conexos), indivisibles e inalienables; razón por la cual – obviamente – se tiene que atender a los derechos humanos de todas las personas, y dejar de tratarlas con oprobio, para bien tratarlas con dignidad, pero sobre todo y, aquí hago una pausa con el mayor énfasis; salvaguardar los derechos humanos de las personas que se hayan, según el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en una situación de vulnerabilidad, tal y como es el caso de las mujeres que son golpeadas y violadas dentro de matrimonio y/o abusadas sexualmente, o bien, de los menores que guardan esta misma injusticia.
Ahora, por otro parte, no podemos dejar de lado un tema que también debería convocarnos a todos: La restauración. Ha habido casos que yo denomino “conclave” (como el de Ruanda) que nos permiten ver que ciertas cosas que para nosotros como mexicanos y como jaliscienses nos parecen no mediables, y que en verdad pudieran serlo, pero no pienso meterme en vicisitudes; la ley en Jalisco al igual que en otras partes de México y del mundo, es la ley. Y, eso nadie lo puede cambiar (bueno, “los legisladores”).
Empero, lo verdaderamente cierto es que en lo que si podemos trabajar y lo dejo como corolario, es en el perdón; dejar ir lo más abominable y lo que más nos duele, nos ayuda, porque al hacerlo, expulsamos lo malo y podemos dejar entrar lo bueno. Dentro, es necesario tener lo bueno y no lo malo, ya que el mal a nadie le es de utilidad. Así, sacerdotes y civiles comprometidos con las causas familiares y sociales, que participan en casamientos y que invitan a las parejas a mantener su sagrado sacramento ante Dios, así como sus votos de amor y su juramento eterno, han colaborado en crear las escuelas “ESPERE” (Escuelas de Perdón y Reconciliación) que no sólo nos invitan a reflexionar sobre el tema, sino ahondar profundamente en él. Y, si también es cierto como lo es, que el divorcio puede ser algo que nos facilite la vida y que está a la mano de todos, también es cierto que el divorcio es un conflicto que implica fricción, tanto para los cónyuges como para los hijos. No obstante, esto no significa que sea un error.
En ocasiones hay matrimonios infelices que estarían mejor separados, siempre y cuando los cónyuges intentaran por todas las vías rencontrar el amor y esa fuera la única salida. Finalmente, es importante que las personas que alguna ves se amaron e inclusive tuvieron hijos, se amen y respeten de otra u otras maneras diferentes, por el amor que le tengan a sus hijos o por el amor que entre ellos de alguna manera aún se tengan y haya existido; y si pueden, ordenen sus afectos y dispongan sus mejores emociones, vayan a estas escuelas o a otros lugares y busquen la reconciliación y el perdonarse, para lograr al cien por ciento el restaurarse.